Soy Salomón, pienso construir un altar secreto para los domingos.
Mi corazón es una esponja amarilla que recoge todo cuanto sucede mientras yo pataleo para no ahogarme. Pronuncio agua y lloro por aquello de lo que carezco.
Como pulsar un botón en lo profundo de mi espalda.
Dijiste dos días antes: "cuando mejore, iré a la peluquería a areglar este desastre."
El cristal mostraba lo contrario: en tu pelo antes gris, revuelto, brillarán los bucles durante 40 días y 40 noches. Nunca vulnerable, nunca muerta: tan hermosa como la última vez que nos vimos.
Dios, entonces, posó sus manos sobre mis hombros y me sentí sola.
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